¿Pero cómo decirte el más sagrado
de mis deseos, del que menos dudo;
cómo, su nunca hombre alguno pudo
decirlo sin mentira o sin pecado?
Este anhelo de ti feroz y honrado,
puro y fanático, amoroso y rudo,
¿cómo decírtelo sino desnudo,
y tú desnuda, y sobre ti tumbado,
y haciéndote gemir con quejas tiernas
hasta que el celo en ti también se yerga,
único idioma que jamás engaña;
y suavemente abriéndote las piernas
con la lengua de fuego
profundamente hablándote en la entraña?
-Tomás Segovia, Sonetos Votivos
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